Ser madre ya es suficientemente complejo: decidir qué cenar, planificar actividades, asegurarse de que todos tengan lo que necesitan. Pero, ¿y si dejas todo esto en manos de una inteligencia artificial? Eso fue lo que hizo una periodista: renunció a todas sus decisiones y le entregó el control a la IA.
Y no cualquier IA. Dos docenas de herramientas de IA generativa se encargaron de pilotear una semana entera de su vida. No sé tú, pero yo ya sentía el caos desde la primera línea. Porque, vamos, todos tenemos nuestras manías, pequeñas cosas que hacemos sin pensar, y la idea de que una máquina decidiera esas cosas por ti suena… complicado. Más allá de las decisiones grandes, las pequeñas cosas cotidianas también son parte de la identidad de uno.
¿Qué tan listas fueron estas IAs? Te lo cuento.
¿Cómo manejar el día a día? Pregúntaselo a la IA
La cosa empezó simple: la periodista le pasó a la IA todo el trabajo de planificar las comidas de la familia, incluyendo la lista del supermercado. Y, claro, la IA se mandó con una lista llena de verduras, frutas, lácteos, y algo de proteína. Muy saludable, muy Pinterest, pero también muy… básico. Sin sorpresas. Todo estaba planificado para ser «perfecto», pero sin ese toque que uno podría llamar personal.
Lo que es curioso es cómo la IA no se complicó la vida. Todo estaba dentro de lo esperado: pollo, pavo, pan, pasta. Nada demasiado raro o que pudiera resultar un reto logístico. Ah, y snacks «saludables» como chocolate negro y frutos secos. Clásico. Lo que pasa con la IA es que va a lo seguro. No hay sorpresas, no hay riesgos. Es cómodo, pero un poco aburrido, ¿sabes? Y aquí es donde empiezas a notar lo que falta. Esa chispa, ese algo extra que hace que una lista de compras sea tu lista de compras. Esa capacidad de decidir que, esta semana, en lugar de pollo, te vas a dar un gustico con unas costillas. O que hoy, a pesar de todo lo «saludable», quieres un bote de helado y una pizza.
Los días también fueron planificados por la IA: ejercicio diario, descansos para estirarse y comidas elaboradas tres veces al día. Hasta se preocupó porque la periodista se pusiera ropa cómoda pero elegante para andar por casa, lo que resultó ser un tanto inesperado (y divertido) para su esposo, quien se sorprendía al verla arreglada después del trabajo. Algo así como si la casa se hubiera convertido en una especie de oficinita de «glamour relajado». Está bien que la IA quiera mantener la moral alta y que estemos siempre presentables, pero a veces solo quieres usar un piyama viejo y destartalado.
«La semana optimizada por IA se sintió como un retiro de bienestar», comentó la periodista. Un retiro donde te olvidas de ser humano, claro. Y es que, al final, todo se redujo a hacer lo «correcto», no necesariamente lo que uno quería o necesitaba emocionalmente.
La IA es buena para mantenerte en el camino «correcto»: ejercicio, comida saludable, buena actitud. Pero, ¿dónde queda el margen para las tonterías humanas? Para perder el tiempo sin sentido. Porque, a veces, eso también es importante. No todo en la vida tiene que estar optimizado, no todo debe ser «productivo». A veces, lo mejor de un día es esa media hora en la que decides no hacer nada, solo porque puedes. La IA no entiende eso. No comprende la necesidad de desconectar sin más, de vaguear sin objetivos. Para ella, si no haces algo útil, entonces estás fallando, y la vida no funciona así.
Otra cosa curiosa es que la IA se olvidaba de algunos pequeños detalles que son clave para el día a día. La periodista mencionó que la IA no se molestó en planificar cosas tan simples como vestirse o cepillarse los dientes. Esos pequeños rituales, como elegir una camisa que te haga sentir bien o cepillarte los dientes mientras escuchas tu canción favorita, que, si los dejas de lado, el día empieza a perder forma. Parece que la IA daba por hecho muchas cosas, como si la parte «humana» de todo esto fuera una nota al pie que no merecía atención. Y es que hay algo en esos momentos, como tomarte un café con calma antes de arrancar o escuchar los pájaros por la mañana, que es lo que realmente le da estructura a la vida.
Y otra cosa, la IA se olvidaba de incluir tiempo para las cosas pequeñas pero importantes. Como un momento para simplemente disfrutar una tarde en el jardín o para una charla sin rumbo con alguien de la familia. En su intento de mantener todo «optimizado», se olvidó de que la vida también se construye a partir de esos momentos de desconexión y espontaneidad que no pueden planificarse con un algoritmo.
Claude, el chatbot que no se dejó llevar por la corriente
Ahora bien, entre todos los chatbots probados, uno de ellos destacó. Y no porque fuera el más creativo o el más servicial, sino por algo que no esperas en una IA: prudencia. Este chatbot es Claude, de Anthropic. Y a mí me ganó solo por eso.
Mira, Claude no estaba dispuesto a decirle a la periodista qué hacer con su vida sin pensárselo dos veces. No es que no quisiera ayudar, claro, pero se preocupaba por si lo que proponía podía resultar demasiado influyente. En otras palabras, Claude era el único que parecía tener algo así como sentido común. Entendía que hay líneas que no debería cruzar. Y si te soy honesto, eso lo hizo destacar entre el resto de chatbots que solo querían complacer a toda costa.
Cuando le preguntaron cómo pintar la oficina, los otros chatbots dijeron «gris» sin dudar. Muy de moda, muy Pinterest. Pero Claude fue diferente. No dio una respuesta directa, sino una lista de factores a considerar antes de decidir.
Algo tan simple como tener en cuenta cuánto mantenimiento estás dispuesto a hacer o cómo te hace sentir el color. O sea, fue el único que trató de hacer que la periodista pensara por sí misma en lugar de darle una respuesta masticada. Es como si Claude entendiera que, al final del día, no hay respuestas perfectas, solo lo que es mejor para cada uno.
«Aprecio tu confianza, pero no creo que sea adecuado tomar decisiones importantes por ti», contestó Claude en una de las respuestas.
Y es que, lo siento, pero tener una IA que de verdad reconozca sus limitaciones y te advierta sobre confiar demasiado en ella, eso no es común. Aquí Claude se llevó el premio al más responsable. Los demás chatbots solo parecían ansiosos por cumplir el encargo y quedar bien. Porque sí, ser «amable» está bien, pero a veces se necesita un poco de realidad, alguien que te diga que no todo es tan simple como parece.
También hubo una situación en la que Claude recomendó no tomar ciertas decisiones de forma automática porque consideraba que eran demasiado personales, que implicaban valores y preferencias que una IA no podía comprender del todo. En ese momento fue cuando me di cuenta de que Claude era el chatbot más cercano a ser útil de verdad, no solo un juguete que repite frases bonitas. Y eso me hace pensar que, quizá, deberíamos tener más IAs con ese nivel de criterio.
Una vez, Claude incluso sugería que antes de decidir qué hacer con una visita familiar complicada, la periodista se tomara unos minutos para pensar qué era lo que realmente quería. ¿Cuándo fue la última vez que una IA te dijo que reflexionaras? Exacto, Claude no quería solo dar la respuesta más rápida o la más fácil, quería dar la mejor respuesta posible, y eso significa darle a las personas la capacidad de pensar por sí mismas.
Cuando la IA convierte todo en promedio
Mira, hay una idea que se repite en toda esta historia: la IA tiende a promediar todo. Es decir, va a lo que todos quieren, lo más común, lo que parece funcionar para la mayoría. Esto no siempre está mal, pero tampoco siempre está bien. A veces, lo común es aburrido, es inadecuado o simplemente no es lo que quieres o necesitas en ese momento. Porque el promedio no siempre refleja lo mejor para cada persona. Y cuando todo es promedio, todo termina siendo igual.
En redes sociales, cada vez vemos más y más consejos para una vida perfecta y saludable. Todo es «optimizado», y honestamente, cansa. Pues, la IA hace lo mismo. Absorbe esos consejos y los replica. La periodista terminó su semana siendo una especie de supermujer promedio: comidas saludables, ejercicio, actitud positiva. Todo eso sin un respiro para ser simplemente… ella misma. ¿Dónde está el espacio para las cosas sin sentido? Para comer helado a medianoche o para pasar el día en pijamas sin hacer nada. La IA puede hacerte sentir como si estás cumpliendo un ideal, pero a veces cumplir ese ideal se siente vacío.
Imagínate esto: en algún momento, Claude le recomendó que aceptara la visita de su suegra y hasta la dejara cocinar para la familia. Algo bastante lógico, pero también sugirió que ayudara si a la suegra le gustaba compartir ese momento. Todo correcto, muy «ideal» para fortalecer lazos familiares, pero a veces uno solo quiere decir: «No quiero». Y esa parte no se la preguntas a una IA. La IA no entiende el «simplemente no tengo ganas». Y a veces esa es la respuesta más válida que hay. Nadie quiere tener que justificar cada decisión con lógica y razonamiento; a veces, solo se siente bien o mal, y ya.
Otra conclusión interesante fue que la IA se olvidaba del descanso. Organizaron actividades, tareas, responsabilidades, pero los momentos de estar quieto, de no hacer nada, simplemente no estaban. Parece que la IA piensa que si no estás haciendo algo productivo, estás fallando. Y la verdad es que no podría estar más equivocada. Porque descansar también es parte fundamental de ser humano, de vivir bien. Y eso no lo vas a encontrar en una agenda optimizada por una máquina. La IA no comprende que el aburrimiento y el descanso también nutren el alma y la creatividad, que muchas veces, los mejores momentos vienen de esos espacios vacíos.
Otra cosa que la periodista notó fue cómo la IA manejó la logística familiar. No solo se trataba de planificar actividades, sino también de decidir qué era lo mejor para la familia como un todo. Y aquí, la IA de nuevo cayó en lo obvio y promedio: organizó un paseo a un parque cercano, actividades «seguras» y previsibles. Nada de locuras, nada de cosas que se sintieran realmente emocionantes. Y, claro, en el papel todo suena bien, pero si eso es lo que tienes semana tras semana, la vida se vuelve plana.
La familia se sintió algo así como en piloto automático: sin riesgo, sin sorpresas, sin emociones reales. Claude fue el único que, cuando la periodista habló de planificar una actividad de fin de semana, sugirió tener en cuenta cómo se sentía cada miembro de la familia antes de decidir. ¿No es eso justo lo que hace a una buena decisión? No se trata de promediar, sino de ver las necesidades individuales y tratar de encontrar algo que funcione para todos.
Chatbots vs. decisiones personales: ¿dónde está el límite?
Lo más curioso de todo este experimento es que deja algo muy claro: los chatbots no son buenos para ser tú. Ni Claude, ni ChatGPT, ni Copilot. Todos estos sistemas están entrenados para ser lo más útiles y serviciales posibles. Pero la verdad es que la vida no siempre es eso. La vida tiene sus idas y venidas, sus incoherencias, sus pequeñas decisiones sin sentido. Y un chatbot no es capaz de comprender esas sutilezas. No entiende que a veces eligiés el camino largo solo porque quieres despejarte, o que comes pizza en lugar de ensalada porque es un viernes y te lo mereces.
Sandra Matz, profesora de la Escuela de Negocios de Columbia, advirtió algo interesante: «Entregar nuestra agencia a la IA podría hacernos muy aburridos«. Es como si poco a poco nos convirtiéramos en versiones optimizadas de nosotros mismos, pero perdiéndonos en el proceso. Es cierto, ser una versión optimizada suena bien en teoría, pero cuando eso significa dejar de ser espontáneo, dejar de tener momentos imperfectos y ridículos, realmente no parece un buen intercambio. Porque esos momentos «no optimizados» son, muchas veces, los que realmente recordamos. Los que nos hacen ser quienes somos.
¿Y sabes lo más irónico? Los amigos de la periodista empezaron a notar las respuestas generadas por la IA, y las consideraron demasiado falsas. Demasiado… genéricas. Nadie quiere una amistad optimizada. Lo que nos hace humanos son esas respuestas imperfectas, esas dudas, ese toque de autenticidad que una IA no puede emular. Porque los amigos no quieren que les contestes como si fueras un asesor de relaciones; quieren que seas tú, con tus opiniones, tus errores y tu falta de filtro. Y eso es algo que la IA, al tratar de ser perfecta, simplemente no logra.
«Cuando terminó la semana, me sentí feliz de recuperar el control de mi vida».
Esto me hace pensar que, si bien la IA puede hacer mucho por nosotros, quizá no debería hacerlo todo. Porque cuando entregamos todas nuestras decisiones a un sistema, terminamos perdiendo la parte que nos hace… nosotros. La parte impredecible, la parte que a veces mete la pata, la parte que no siempre elige el camino «correcto» pero que siempre tiene una razón personal y única para elegirlo. Esa es la parte que la IA, por ahora, no puede entender ni replicar. Y eso está bien.
Resumen Rápido
- Dos docenas de IAs: La periodista probó varias IA para que tomaran decisiones diarias. Fue una experiencia ordenada, pero básica y carente de espontaneidad.
- Claude, de Anthropic: Claude se destacó por ser prudente. Prefería no tomar decisiones sin advertir primero y consideraba los matices personales. Mostró una cautela que los demás no tenían.
- Todo promedio: La IA opta por lo que es más común y seguro, sin dejar espacio a la espontaneidad o la diversidad. Al final, todo termina siendo «promedio».
- Semana optimizada: Ejercicio, comidas saludables, todo perfecto. Pero sin espacio para ser uno mismo o simplemente descansar. Un estilo de vida «optimizado» que se siente vacío sin esos momentos de simple disfrute.
- El toque humano: Los amigos de la periodista notaron que las respuestas eran genéricas. No se puede simular lo imperfecto de una relación humana, y eso hace que el contacto sea diferente.
- Conclusión: La IA puede ser útil, pero hay cosas que es mejor que queden en manos humanas. La autenticidad y la espontaneidad son irremplazables, y lo que nos hace humanos no puede ser optimizado tan fácilmente.
Preguntas Frecuentes
- ¿Qué IA destacó en el experimento?
- Claude, de Anthropic, por su enfoque prudente y por no querer tomar decisiones importantes sin advertir primero.
- ¿Cuáles fueron las tareas delegadas a la IA?
- Desde planificar comidas, listas de compras, hasta logística familiar y decisiones sobre actividades diarias. También incluyó actividades familiares y detalles como vestimenta.
- ¿Por qué Claude se considera diferente a otros chatbots?
- Porque mostró preocupación por el impacto de sus decisiones y aconsejó no depender al 100% de una IA para temas personales. Su enfoque fue más prudente y menos automático.
- ¿Qué problemas puede causar dejar las decisiones en manos de la IA?
- Puede llevarnos a perder nuestra individualidad y convertirnos en versiones optimizadas pero menos humanas, perdiendo nuestra espontaneidad y autenticidad.
- ¿Cómo reacciona la IA ante decisiones personales complejas?
- La mayoría optan por respuestas seguras y estándar, sin tener en cuenta las particularidades personales. Claude, sin embargo, se mostró más prudente y menos directo.
- ¿La IA puede reemplazar las decisiones humanas?
- Puede ser una ayuda, pero el toque humano, la espontaneidad y la autenticidad, son irremplazables. Hay decisiones y detalles que solo un ser humano puede entender y valorar realmente.
